Héctor está desesperado, hace meses que no coge, esa noche se armó de valor y además con un arma de fuego, por si el primero fallaba. No conseguía con quien bajar su calentura, no por su falta de atractivo, sino más bien por su mente perversa, el sexo consentido simplemente no lo excitaba, el hombre tiene 27 años, es bastante negro, con unos labios gruesos y morenos, sus ojos oscuros y el cabello muy rizado, casi afro, solo que está demasiado corto como para que se le haga la forma, mide 1.77cm, ancho, musculoso, con un culo exageradamente grande, hoy lleva un buzo gris muy ajustado que usa de pijama, se le marca el prominente paquete sin ningún reparo, tiene una camiseta también gris que le queda muy corta, ni siquiera se ha bañado, estuvo todo el día moviendo sus cosas hacia su nuevo hogar, al otro lado de la ciudad, esa era su última noche en su antiguo departamento, sale así vestido y con unas sandalias que dejan ver unos pies negros gigantes, camina por las escaleras del edificio con su arma sostenida con su mano por detrás de su espalda, baja los 15 pisos hasta planta baja y sale por la puerta de la recepción, siempre se había fijado en el apuesto conserje de los fines de semana, incluso le habla a veces, como esperaba el chico no presta atención de nada de lo que pasa a su al rededor, solo su cara pegada a la pantalla, Héctor se acerca cada vez más; había perdido la cuenta de las veces que había espiado al chico, su uniforme, su blue jean ajustado, su chaqueta negra de la empresa, se acerca por detrás al chico, ya no hay más nada que hacer.
Mateo es un muchacho de solo 23 años, trabaja reparando celulares durante la semana, pero tiene un hijo que le obliga a buscar más dinero para llegar a fin de mes, así que además, es conserje de un edificio los fines de semana en el horario nocturno, en realidad es un trabajo muy sencillo, solo debe estar sentado y abrir y cerrar la puerta en el poco probable caso de que llegara algún visitante durante la madrugada, de hecho, pasa casi toda su jornada jugando en la computadora, e incluso le da chance de dormir 3 ó 4 horas en un colchón que estaba puesto en una pequeña oficina atrás de la recepción, tiene sus audífonos puestos en todo momento, y concentra su atención total en la pantalla del monitor al frente de él, cuando alguien toca el timbre, sin mirar quien es, oprime el botón de abrir, y solo si llaman su atención de alguna manera, el chico levanta la cabeza y pierde la partida. Mateo es realmente atractivo, una cara de niño bueno muy tierna, con algunos rastros de barba en su casi lampiño mentón, su cabello es muy liso de un lindo color caoba, sus ojos marrón oscuros y en sus mejillas tiene una tonalidad rojiza, es blanco pero no demasiado, un poco bronceado, su cuerpo es igualmente deseable, mide 1.72 cm, tiene una espalda muy ancha, y unos bíceps bien formados, pues hacía ejercicio desde hace varios años ya, su culo es un poco plano, pero lo compensa con unos muslos gruesos que expanden su trasero unos centímetros a los lados, también sus pantorrillas son musculosas, su esposa lo encuentra muy apuesto, al igual que las varias amantes del muchacho.
….
Un segundo tenía su mente en el juego, y al otro la adrenalina recorría todo su cuerpo, la punta de un arma se sentía en su cráneo, el metal frío erizo su sedoso cabello, se quita los audífonos y escucha una voz familiar.
-Levántate y pasa al cuarto de atrás sin decir nada – le dijo Héctor
El chico asustado y sudando frío le hace caso, se levanta de su silla y va hacia la oficina donde también duerme, abre la puerta y escucha como el hombre la cierra detrás de él.
Voltea – le dice el negro, y así lo hace Mateo, viendo de frente a su atacante.
-Héctor, eres tú, hermano, qué está pasando, por favor no me hagas daño ¿Qué quieres? - dijo calmadamente el muchacho.
-Necesito que hagas todo lo que te pido, por favor Mateo, esto no es un juego, esta arma de acá está cargada, de verdad, si veo un solo rastro de duda en tus intenciones, no dudaré en volarte lo sesos, ¿entiendes?- dice tranquilamente Héctor, el hombre agradable al que el muchacho conocía ya no existía, este que se encuentra de pie al frente de él, vestido en pijama, con cara de demente y un arma apuntándolo, es un Héctor que nunca había visto antes.
-Lo haré, pero no dispares, tengo una hija, por favor entiende – le dice nervioso el muchacho.
-Quítate la ropa – le dice Héctor- rápido.
Mateo obedece, se quita rápidamente su chaqueta negra, luego su camiseta blanca que tenía debajo, dejando ver unos pectorales redondos y carnudos, y el paquete completo de abdominales marcados, sus brazos eran definidos pero anchos, el chico se saca de sus bolsillos la billetera y su celular, tirándoselos a los pies a Héctor, suponiendo que eso buscaba el negro, luego se quita el pantalón, quedando en unos calzoncillos color carne, casi del mismo tono de su piel, creando la vaga sensación de desnudez, solo que a los lados se notaba una franja azul marino que los cruzaba verticalmente, el paquete del machito se nota pequeño, pues el miedo había reducido su pene varios centímetros, sus muslos amenazaban con deshacer los hilos de su ropa interior de lo anchos que se ven, queda allí de pies con las manos hacia arriba, y sus piernas abiertas.
-Te dije todo – grita Héctor, a quien su ajustado buzo gris lo delataba con una erección prominente.
-Por favor, hermano, ¿Qué haces? - dice casi llorando Mateo
El pie del negro cruza el aire e impacta con fuerza las bolas del chico, aplastándoselas por unos segundos, el chico se dobla inmediatamente tapándose su entrepierna, las lágrimas cruzan su cara y un dolor eléctrico sube por todo su cuerpo, siente que su cabeza va a estallar, solo oye un pitido en su cabeza.
…
Héctor ve como el joven se dobla y tapa su entrepierna, con sus calzoncillos sexis que lo hacían parecer desnudo, pero no es suficiente, espera impaciente un minuto entero, hasta que Mateo coge fuerzas para levantarse, su cara se vez más roja que nunca, sujeta sus calzoncillos y se los quita lentamente, el negro puede sentir la humillación del macho, su pene está muy flácido, y sus pequeñas bolas rojas cuelgan detrás.
-Ponte en 4 sobre el colchón – le dice al muchacho- y ponte esto en la boca- le pasa un bozal.
Este obedece sin chistar, se coloca el bozal que le impide gritar, luego, se voltea y agacha, dejando ver un culo plano pero muy ancho, sus muslos musculosos se acomodan en posición, el acosador se acerca, escupe hacia su pistola y la dirige hacia hoyo del joven, dándole vueltas al cañón en el sensitivo trasero bronceado del heterosexual, para luego penetrarlo lentamente con ella, primero unos pocos centímetros, pero cada vez más hasta donde se pudo, el chico grita pero el artefacto en su boca retiene casi todo el sonido, llora desconsoladamente, y se queda tieso mientras es sodomizado de una forma aterradora. Al rato Héctor saca la pistola de culo del joven, acerca su lengua y comienza a darle un beso negro mientras sujeta ambos muslos con sus fuertes y morenas manos, la lengua recorre el camino ya abierto previamente por el arma, barnizando con saliva todas las paredes internas del recto, luego retira su cabeza hacia atrás, se baja su buzo gris, y acerca un pene grueso de 22 cm negro con una tonalidad casi morada, lo mete de un solo golpe, sin chistar, 22 centímetros de carne destruyendo a Mateo internamente, este se revuelca y grita desesperadamente, pero el negro lo rodea con sus musculosos brazos sin dejarlo escapar, había domado a su macho, ahora podía hacerle lo que quisiera. Comenzó a violar al chico con una brutalidad increíble, impulsando su cadera cada vez más rápida y salvajemente, a pesar de las sacudidas del varón, quien lloraba desconsoladamente, su virginidad había sido totalmente raptada, los 24 minutos de penetración forzada fueron un paraíso para Héctor, embestía el culo del chico a veces rápido, a veces lento, movía su pene de forma circular, luego hacia abajo, de vez en cuando nalgueaba a la perrita, y de repente, con su mano izquierda tomó los testículos del joven que guindaban debajo, apretó con fuerza ambas bolas, estrujándolas, halándolas y retorciéndolas, daría todo porque no volviera a tener otro hijo, sigue con la tortura ballbusting por 5 minutos, hasta que acaba un mar de leche en el dañado orto de Mateo, finalmente saca su pene, pero sigue sosteniendo los huevos del chico, como si fuera un trofeo.
….
Hacía varios minutos que Mateo se sentía como una puta, el dolor había sido tanto, especialmente cuando le estrujaron sus testículos, no creía que nada fuera a ser tan doloroso como cuando los 22 cm de morcilla se introdujeron sin piedad en su ano, sintió como si sus piernas fuera abiertas de par en par desgarrándolo desde abajo, siempre con creciente sentimiento de ardor que le siguieron por casi 20 minutos, pero eso no fue nada comparado a cuando los dos pequeños dedos del negro tomaron su testículos izquierdo y derecho y los apretaron, un corrientazo de electricidad se escapó de ellos hasta su cerebro, dejando de lado su sufrimiento anal, y concentrándose exclusivamente en esas pequeñas bolas de carne, el peor defecto de la anatomía masculina, durante 5 minutos enteros, el negro destruyó su hombría con movimientos fuertes de sus dedos y manos, Mateo ya no sabe si sus huevos continuaban siendo redondos. Cuando por fin la violación concluyo, y el semen se sentía viscoso en su trasero, el hombre retira su pene del culo del joven, al salir causa un dolor momentáneo, pero todavía sigue sujetando sus bolas, ¿por qué no suelta sus bolas? Pensó impaciente la víctima.
El hombre volvió a apretar los testículos, y el dolor volvió a él como si nunca se hubiera ido, le da varias palmadas en sus machacadas bolas, y unas cuantas en su destruido hoyo, hasta que finalmente lo suelta, Mateo cae al suelo, con un dolor constante que se extiende desde su entrepierna hasta su estómago, y además en su cabeza, se intenta reincorporar pero solo consigue caerse, pierde el conocimiento poco después. Unas horas más tarde sería llevado a urgencia, donde le anunciarían que sus testículos no se salvaron, ya no tendría más hijos, y lo peor es que su atacante huyó sin dejar rastro.
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