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Dealer Colombiano es Agredido por un Adicto




Gabriel es un muchacho de 29 años con la piel morena y llena de tatuajes, es bastante alto, su cara es redondeada, con unos dientes amarillentos y torcidos, que sin embargo no disminuyen su atractivo debido a lo masculino de sus facciones y gestos, es bastante delgado debido a que hace entregas diariamente en su bicicleta, lo que le fuerza a hacer cardio, pero a su vez le ha otorgados una piernas y trasero bastante definidos, sus brazos son un poco menos musculosos, su abdomen es plano y con abdominales. Nacido en Cali Colombia durante toda su vida no ha tenido un solo trabajo real, empezó a vender drogas desde muy chico y desarrolló una profesión con eso, conoce el negocio bastante y a su vez ha logrado obtener algunos contactos que lo ayudan a buscar mercancía más barata; prefiere venderle a sus conocidos o personas de su confianza para evitar problemas con la ley, pero de vez en cuando también hace clientela en plazas y callejones a adictos desesperados, que si bien son difíciles de tratar, significan una entrada bastante alta de dinero.


Ese día va de madrugada por unos callejones del centro de la ciudad con cara de enojado, como ya le ha pasado tantas veces, uno de esos adictos no le ha pagado lo que le debe, si bien casi siempre les cobra por anticipado, para los que ya llevan años comprándole o han caído en la adicción por algún u otro motivo, les abre cuentas que suben y suben y ellos deben ir pagando constantemente, es un sistema que le garantiza una entrada constante de efectivo, pero que a su vez lo obliga a enfrentarse a ellos, cada tres meses o algo así, va a donde alguno de estos imbéciles y les da una paliza, advirtiéndoles que de no tener su dinero pronto, sería peor, le ha funcionado puesto que es bastante fuerte y hábil para defenderse por años de entrenamiento en las calles, incluso ha llegado a matar a puñetazos a un par de idiotas que no lograron hacerse con el dinero. Este día es especialmente importante, pues había perdido una considerable cantidad de plata con algunas prostitutas que suele contratar, solo que hacía una semana se le había ido la mano, y lo peor es que debe pagarle a su proveedor esa misma noche, si no quiere convertirse él esta vez en el linchado.



Se baja de su bicicleta en un callejón bastante oscuro, lleva puesto un short negro de esos que tienen tela impermeable, está muy ajustado mostrando sus grandes muslos, también lleva una polera sin mangas negra y unas botas deportivas oscuras, se adentra en la calle sin salida y van apareciendo muchos drogadictos, algunos tirados en el suelo en colchonetas, otros ocultos detrás de basureros, pero ninguno se acerca a Gabriel, es conocido por el lugar y saben que se meterán en problemas si intentan algo, el joven lleva un arma en su bolsillo por si alguien se pasa de listo, deja la bicicleta encadenada a un costado y se acerca a un tipo que está sentado en una banca con los ojos perdidos, se llama Anderson, hacía años era un estudiante de ingeniería bastante decente, pero luego de entrar en el mundo de la coca todo dio un vuelco, dejó la universidad y ahora vive drogándose diariamente sumergido en un mundo de fantasía, Gabriel le abrió una cuenta desde hacía meses y si bien le había estado pagando a tiempo, desde hacía unas semanas que no tenía nada de dinero, hacía solo unos días recibió una buena tunda por parte del Colombiano, quien molió su cara a puñetazos, advirtiéndole que debía tener el pago para hoy, lo bueno es que había conseguido la plata, lo malo es que ya se la había gastado con otro dealer con una droga llamada cocodrile que era muchísimo más potente, pero también más adictiva, en solo unos días había destruido su mente hasta el punto de que ya no se podía reconocer al hombre de tan solo 32 años, tanto por las cicatrices en su cara, como por su actitud demente.


Está sentado aspirando un polvo dándole la espalda a Gabriel, cuando escucha que este le habla.


-Qué hay parcerito, ¿Qué te estás metiendo ahora? No recuerdo haberte vendido nada – le reclama Gabriel.


El adicto voltea su cara asustado y se le queda viendo con los ojos muy abiertos.

-No te acerques, estoy protegido por un aura – le dice el loco con voz enojada.


-Uy usted de qué habla hermano, mire como está, mire me tiene la plata o qué, responda – le dice Gabriel ya sin paciencia.


-ALÉJATE – grita el tipo, levantándose de la banca y alejándose unos pasos sudando muy frío.


-Venga pa acá bobo, deme la plata pues – le dice Gabriel, acercándose.


-No tengo plata, no tengo na bro, váyase. - le dice con voz seria el tipo.


Un puño cruza el aire y se le incrusta al adicto en su nariz, seguido de otros tres, esto lo tumba al piso, Anderson vuelve a abrir los ojos sorprendidos y empieza a gritar como un loco diciendo cosas inentendibles, Gabriel se acerca y lo patea en el estómago, lo que deja sin aire al tipo, este pese a todo se levanta del suelo con una fuerza indomable causada por el estado mental en que lo ha dejado la droga. Gabriel se abalanza sobre él dándole golpes en todo su cuerpo, el adicto sangra, pero sigue resistiendo y gritando.



-Ya deje lo imbécil, deme la plata – le dice Gabriel con profunda ira.


El adicto se queda inmóvil por unos segundos sin aire y sangrando por toda su cara, Gabriel se detiene por unos momentos para analizar la situación, lo observa fijamente con sus brazos cruzados, sus piernas están bien abiertas, y entonces, de la nada, el adicto sube su pierna con todas sus fuerzas, logrando impactar con su delgada rodilla la gorda entrepierna del dealer, su hueso aplasta ese par de testículos como si fueran plastilina, deformándolos por dentro del ajustado short, el colombiano pega un grito y empuja al adicto al suelo de nuevo, al principio el enojo cubre su dolor, y este aprovecha para seguir pateando al adicto, pero conforme van pasando los segundos se da cuenta de que el sentimiento ya es insoportable, una corriente sube desde sus genitales cada vez más intensamente, dejándolo si aire, entonces se cubre sus bolas y se arrodilla allí sobándoselos, está impresionado, no entiende como tan solo un golpe pudo haberlo tumbado sin posibilidades de reaccionar, para cuando intenta levantarse el dolor es tan fuerte que lo obliga a volverse a arrodillar, pega su cara al asfalto y su culo apunta hacia la otra dirección, mientras sus manos siguen cubriendo sus áreas blandas.




De la nada el adicto se levanta, rodea a Gabriel y entonces baja su mano por entre las nalgas del dealer , pese a la resistencia de este logra hacerse con uno de sus testículos, justamente el que estaba más lastimado, y entonces comienza a apretárselos con una voluntad de hierro, el colombiano intenta zafarse mientras grita, pero es imposible, la mano se ha cerrado como si fuera un alicate en su testículo, y el apretón que le da es tan fuerte que no puede soltarse, pronto toda la mano cubre las gordas bolas de Gabriel, quien rueda en el suelo y mueve sus extremidades, el arma se resbala y rueda hasta una alcantarilla, el adicto está tan drogado que no se detiene en su tortura, rueda con él en el suelo y se mueve en posiciones muy incómodas, pero nunca pierde el agarre, cuando ya Gabriel no puede más y se queda ahí inmóvil, Anderson acerca su cara a la entre pierna del muchacho y la muerde con todas sus fuerzas, sacándole sangre desde los genitales, el muchacho da un grito feroz y empieza a llorar, entonces el loco le baja los pantalones y mete sus dedos en el hoyo del tipo, en su letargo imaginaba que allí era donde guardaba las drogas.


-Dame tu mercancía, ¡Dámela! - grita.


El dedo se mueve dentro del recto de Gabriel violándolo, pero no encuentra nada allí, es entonces cuando se da la vuelta y observa el bolso que llevaba el dealer, lo toma y se lo lleva, dentro había toda la mercancía por vender y una gran cantidad de efectivo. Anderson corre fuera del callejón, dejando bien vencido al dealer.


Gabriel pasa una hora allí privado del llanto, para cuando se puede levantar, camina cojeando y tomando sus bolas hacia su bicicleta, pero se da cuenta de que la llave del candado había quedado en el bolso, por lo cual sale con dificultad ante la mirada atónita de todos los demás adictos, justo cuando va a mitad de camino de la avenida suena su celular, este lo toma y observa el número del jefe de su pandilla, entonces contesta.


-¿Qué fue hermano?, ¿Dónde estás? ¿ya tienes tu cuota? - le pregunta un hombre desde el otro lado de la línea.


-No pude Capo, me han robado, estoy por la avenida principal caminando, he perdido todo lo siento, por favor mande ayuda – le dice Gabriel casi llorando.


Pasan otros 15 minutos hasta que un auto se detiene a su lado y lo mete dentro.



No era la primera vez que Gabriel fallaba en su cuota, por lo cual tendría que enfrentar las consecuencias.



                              

Se encuentra amarrado con cadenas desnudo en medio de una sala, lo han acostado en una camilla y sus piernas se encuentran levantadas en posición de V, sus morenas y protuberantes nalgas se encuentran expandidas dejando su hoyo y bolas al aire libre, su abdomen delgado está un poco contraído y lleva una cadena en su cuello, que le impide mover su cara, así mismo sus piernas y brazos. Entonces entra un tipo moreno igual de alto que él pero más fornido, el Capo se acerca a Gabriel reclamándole por su inutilidad, y entonces le mete un palo por su trasero, penetrando dolorosamente al colombiano mientras grita, deja el palo allí y entonces saca otra cadena, con la cual empieza a golpear por el abdomen y pechos al muchacho dejándole la piel roja, luego repara en sus genitales sangrantes, el capo sonríe malévolamente y le empieza a dar latigazos con el metal justo en sus huevos, uno tras otro los impactos terminan de destruir al macho, hasta que sus testículos no son sino una masa deforme. 

Comentarios

  1. excelente historia, deberias hacer una castigando a narcos

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    1. qué rico castigar narcotraficantes ! me encanta

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  2. hola, cuando tendremos una nueva y excitante historia, saludos

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  3. saludos, cuando una nueva?

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