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Niño rico destruye la masculinidad del venezolano de Uber Eats (no apto para sensibles)

 

En la parte más alta de la ciudad, vive Julián, un muchacho quien se crió rodeado de todas las comodidades, su madre es médico y su padre un importante abogado, acudió a los mejores colegios, y ahora se preparaba para entrar en una de las universidades más reconocidas del país para estudiar ingeniería civil. Julián, de 20 años, tiene el cabello rubio brillante, grueso como si fuera paja, su cara es bastante ahombrada, mentón prominente, ojos grandes café y unos labios gigantes, de cuerpo tampoco estaba mal, era bastante alto, al menos 1.85, siempre había estado en el gimnasio, por lo que su abdomen y pectorales estaban muy definidos, su culo era realmente gigante, de hecho había recibido burlas gracias a él, pero no le importaba, pues eso le ayudaba a conseguir chicos, desde pequeño Julián sabía que era diferente a los demás niños, no solo porque era claramente homosexual, sino porque tenía deseos muy raros con los hombres, le gustaba verlos sufrir, humillados, castrados. Por supuesto, esto era algo que jamás le mencionaría a nadie, pues en el mundo en el que vive, ser diferente puede significar el rechazo social, algo para lo que él no estaba preparado; su pene era de tamaño promedio, al menos unos 17 cm erecto, un miembro bastante blanco, y sus bolas pequeñas y rosadas. Él era una persona bastante sociable, le gustaba andar en bicicleta y compartir con sus amistades, pero cuando estaba solo, lo que más disfrutaba era destruir su masculinidad, siempre buscaba la forma de herir sus pequeños testículos, se golpeaba él mismo, hacía saltos grandes en la bicicleta para lastimarse las bolas y se amarraba hilos en ellas para luego halarlos, no era en sí su dolor lo que lo excitaba, era el hecho de imaginar a un hombre alto y fuerte como él sufriendo por una parte tan pequeña y delicada de su cuerpo, Julián amaba el ballbusting.


                                                         




Sus padres salieron esa mañana a visitar a su abuela, pero a él no le llamo la atención ir a aburrirse todo el día, en su lugar, salió de su quinta en su auto a dar una vuelta por la zona, pensando en a cual de sus amigos llamar para perder el tiempo un rato, se estaciona en un semáforo cerca de su casa y nota que a su lado pasan dos Uber Eats en bicicleta, eran dos pendejos que no debían tener más de 19 años, uno moreno y el otro blanco, ambos con buzos deportivos de esos pegados que usa la gente para andar en bicicleta, casi licras, Julián detestaba a esos malditos inmigrantes, pero sin embargo, amaba como se veía el culo de los desgraciados montados en la bicicleta, pues se les marcaba una circunferencia exquisita, siempre se imaginaba a sí mismo oliendo esos culos, todo esto lo pensaba ahí estacionado, cuando el semáforo cambió a verde ambos muchachos en sus bicicletas arrancaron, pero uno de ellos, el blanco que llevaba un buzo gris ajustado tropezó con la cera sin querer y el asiento de su bicicleta se le incrustó en la entrepierna, el muchacho soltó la bicicleta y se tapó las bolas con las manos , esa escena dejó petrificado a Julián, a quien solo el sonido de las bocinas de los autos detrás de él sacaron de su letargo, arrancó su auto y dio una vuelta en U a penas pudo, su excitación era casi incontrolable, regresó por la misma calle y vio al pendejo todavía sobándose las bolas riéndose, pero unos segundos después se fue en su bicicleta, para Julián esa escena le bastó para saber que debía hacer algo con su calentura.




Estacionó su auto en el garaje de su casa, subió a su habitación, se recostó a su cama y pidió algo para comer a través de su celular, esta era la única oportunidad que tenia, pocas veces se quedaba solo en casa, podría haber llegado cualquier repartidor, uno feo, alguna chica, un gordo, pero debía insistir, si el primero que llegara no era de su agrado, simplemente ordenaría algo más, no era tan complicado, pidió un sushi y comenzó a prepararse, se miro al espejo, bajo sus pantalones y sus calzoncillos y se pajeo frente a su reflejo, sus abdominales marcados, su cuerpo musculoso, todo parecía perfecto, su pico tenía ya la punta roja cuando tocaron el timbre, rápidamente subió sus shores negros que llevaba puestos y bajó sin preocuparse por el olor a semen que tenía en su ropa, abrió la puerta y vio a un chico más bajo que el, de al menos 1.75 mts, moreno, con los ojos y cabellos negros, no era atractivo de cara, pero tenía algo exótico en él, llevaba un buzo negro viejo, de esos que ya tienen marcas de pelusa en todas partes, muy ajustado, que dejaban ver un bulto bastante decente, pero fue el trasero del chico lo que terminó de convencer a Julián, unos muslos grandes y fuertes, trasero redondo y apetecible, el olor a sudor que emanaba era tan grande que el cuico rubio no pudo retener una erección.






-Qué tal hermano, dame un segundo, déjame ir por la billetera, pasa no más, siéntate un segundo- le dijo Julián al Uber Eats


  • Si va mi pana, coño si me das un poco de agua no me quejo – le respondió el masculino muchacho.


Así que era un venezolano, Julián se excitó aún más, irónicamente, a pesar de que le cargaban los inmigrantes, el acento extranjero siempre lo calentaba enormemente y más si era tan flaite como este loco, subió a su habitación, buscó la billetera y luego bajó a la cocina por un vaso de agua, los extranjeros eran tan putos que no tenía ninguna duda que por unos cuantos pesos, se dejaría hacer cualquier cosa, se acercó al muchacho, le entrego el vaso de agua y mientras lo tomaba revisó en su billetera, dejando caer a propósito varios billetes que tenia allí.


-Puta que soy wueon, sorry, ten aquí tienes – le entregó el dinero de su pedido.

-Qué bueno rey, muchas gracias- le respondió
el venezolano tomando el dinero.

-¿Cómo te llamas?- le preguntó Julián

-Jefferson, hermano – respondió el Uber Eats

-Ya, oye Jefferson, ¿y te queris ganar unas luquitas extras? - sugiere Julián

-De bolas, ¿en que te ayudo compa? - responde Jefferson

-Es muy fácil, wueon, es que me encantan los locos extranjeros, quiero saber si te puedo pagar por hacerte algo- dice Julián, no es la primera vez que intenta alquilar un puto

-Verga bro, coño, no sé, yo no tengo nada en contra de la gente así ,pero yo no soy gay- responde Jefferson con cara de sorpresa.


Julián saca 80 mil pesos de su billetera y se los pasa a Jefferson.


-Ya hermano, todas estas lucas por verte el pico y el culo, solo eso-dice Julián sonriendo con cara de inocente.



Jefferson con el dinero en la mano, mira hacia los lados nervioso, y se baja el mono deportivo ajustado que tenía, lo que sale de allí es simplemente impresionante, un pene oscuro, largo y grueso, que flácido, era parecido en tamaño al del propio Julián, se da la vuelta y muestra un culo igualmente enorme, más blanco que su pene, el olor a culo y pene inunda la habitación, a Julián le va subiendo la calentura lentamente y no puede dejar de ver ese paquete, se acerca y lo agarra, pero Jefferson aleja la mano de su paquete y se sube el buzo negro apretado, cubriéndose sus partes privadas.


  • Me dijiste solo verlo- le dijo el extranjero mirándolo a la cara con actitud de soberbia.

  • Puta wueon es mucha plata por un vistazo, hagamos algo, déjame irme feliz, déjame olerte la entrepierna, ¿Qué dices?- pregunta Julián quien se comió las palabras hirientes que pudo haberle dicho a ese imbécil.

  • Dame 20 luquitas más bro, ahí me hueles el guevo si quieres- respondió jefferson con una sonrisa.

Qué maricón salió este rubio partido- pensaba Jefferson, burlándose para sus adentros- cómo le paga a un tipo pa olerle el culo, debe estar bien loco.

Julián saca de su billetera 20 mil pesos más y se los entrega a regañadientes, para luego arrodillarse acercar su cara al pene de Jefferson y aspirar, el olor que le llegaba era una mezcla de sudor, semen, cigarrillo y perfume barato, pero era el olor más delicioso que Julián había olido, se sentía como una putita ante su macho; el venezolano riéndose se da la vuelta bailando y moviendo la cintura y le pone el culo en la nariz -huele mariquito- le dice a Julián, este obedece cual sumiso entregado y huele el mismo olor, solo que con un toque a culo exquisito que lo lleva a un éxtasis interno, se queda oliendo ese poto por varios minutos mientras se corre una paja, Jefferson no puede aguantar la risa de la situación, pero estaba muy feliz porque en a penas 5 minutos se había hecho 100 mil pesos, se da nuevamente la vuelta y le vuelve a restregar el pene por toda la cara al cuico desesperado.


-Ya mariquito, me tengo que ir- le dice Jefferson al Julián, intenta separar su pene de la cara de este, pero en un abrir y cerrar de ojos, Julián abre la boca y muerde con todas sus fuerzas el bulto de Jefferson a través del buzo, este grita de dolor e intenta separarlo pero lo único que consigue es que lo muerda con más fuerza, le da varios golpes en la cara, pero es inútil, el éxtasis que siente el pervertido rubio en ese momento nubla su mente. Julián muerde con todas sus fuerzas y empuja con su cuerpo a Jefferson hacia el mueble que estaba detrás, tenía bastante fuerza, por lo cual al retirar sus dientes del suculento manjar, aprisiona los brazos de Jefferson contra el mueble y se le lanza encima, dándole varios rodillazos a la desprotegida entrepierna del repartidor, este grita y gime intentando zafarse, pero no puede hacerlo, Julián lo voltea con todas sus fuerzas, le baja el buzo una vez más y pasa su lengua por la raja del asustado venezolano, lamiéndole el hoyo y metiéndole un dedo mientras con su otra mano lo sujeta fuertemente.




Julián se levanta y al observar al venezolano llorando y agarrándose fuertemente el paquete, con un dolor que se esparcía por cada centímetro de su cuerpo, se baja los pantalones y se pajea viendo la escena, toma las piernas del adolorido muchacho, las separa y mete su pene en el culo de este sin ningún tipo de delicadeza, se le monta encima y comienza a violarlo incansablemente, Jefferson ya no puede hacer nada más que resistir, pone sus ojos en blancos y recibe el pene de su violador sin oponer ya resistencia, siente que en cualquier momento se cagará encima, pero eso no es nada comparado con el dolor que siente en su miembro viril, al verlo de reojo, se da cuenta de que las marcas de los dientes de Julián están clavados en su pene como si fueran un tatuaje. Julián acaba adentro del venezolano mucho semen y ahí entra en cuenta de lo que ha hecho, asustado saca su miembro y se aleja, viendo como el antes confiado Jefferson, ahora esta tirado en su mueble, sangrando tanto del pene como del culo.


-Supongo que ya no podrás montar bicicleta en un buen tiempo – le dice Julián burlándose.

Jefferson solo lloraba y se sobaba su pene, Julián le subió como pudo el buzo, lo agarro una vez más del miembro a pesar de los gritos de este, y jalándolo del bulto lo llevó hacia afuera, abrió la puerta de su auto y de una patada en el culo empujó a Jefferson hacia los asientos de atrás, metió su bicicleta en la maletera y se montó al auto, manejó hasta un lugar alejado y finalmente sacó a Jefferson del auto, lo arrojo al suelo, tiro su bicicleta al lado, y le lanzó 100 lucas más al lado.


-Ahí tienes, por las molestias- le dijo Julián, se montó en su auto y echó un último vistazo al macho que estaba tirado en el suelo, todavía llorando y tapándose la entrepierna con las manos, sonrió y arrancó su auto, manejando en dirección a la cordillera, sabiendo que nunca tendría que pagar por el crimen que había cometido.



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